La gente de antes
A menudo me acuerdo de muchas personas que ya no están con nosotros, recuerdo también a Martínez de la Torre como un pueblo quieto donde todos se conocían, donde en muchas casas por las tardes se celebraban nutridas tertulias familiares, con el único propósito de pasar momentos amenos que ilustraban a quien estuviera presente. Sanas costumbres que con el tiempo se han ido perdiendo, dada la agitada vida que hoy nos envuelve.
La gente de antes gustaba de tomar café o una copa de manera prudente por las tardes, compartiendo siempre en familia y con los buenos amigos; contando cuentos y chistes, anécdotas, historias pasadas, reflexionando al respecto de innumerables lecciones de vida. A nadie se le obligaba estar presente, los jóvenes también gustaban de compartir esos momentos agradables e inolvidables en casa. Se tocaba la guitarra, el piano, o se escuchaba música, todo en familia. El pueblo era más calmado, más tranquilo para los comerciantes pero también más productivo, pues había menos gente y menos comercios de tal manera que la oferta y la demanda se satisfacían plenamente, con ganancias para todos. Yo, apenas era un niño y ya me daba cuenta de ello. Una tarde de tantas se reunieron en casa de mi abuela el Mayor Porfirio Santana, el Teniente Coronel Pedro González Gómez, esposo de mi tía Nina, la Señora Benigna Martínez Mendoza, mi mamá, la Señora María Luisa Vázquez Mendoza y mi abuela, la Señora Sofía Mendoza Méndez. Platicaron de todo, cuentos y chistes al por mayor, anécdotas y más anécdotas, con una gracia incomparable que poco daban ganas de moverse del lugar, y eso que yo era un simple espectador, pues al ser sólo un niño no podía participar activamente pero recuerdo que me divertí lo suficiente. Poco a poco la tertulia se fue nutriendo con tíos y otros familiares que llegaban para saludar, y al darse cuenta del gran jolgorio que armaban los comensales, se iban quedando por más tiempo para departir alegremente. La vida está llena de grandes simplezas, de pequeños detalles invaluables que el dinero mismo no puede comprar porque son gratis. Un regalo de Dios para quienes gustan de cultivar valores y convivir en familia. No trabaje tanto como para tener que sacrificar el tiempo que requiere su familia para convivir con usted. El dinero es necesario, indispensable, pero no tanto como para atesorarlo, acumularlo durante toda la vida, porque entonces ¿qué le quedaría para vivir? Si es patrón, cuide que sus empleados dispongan del tiempo necesario para convivir con su familia y estén en condiciones de ofrecerle mejores resultados en el desempeño de sus labores.
La vida es tan corta que merece la pena vivirla. Tal vez la gente de antes ya lo había notado. Se veían menos problemas y tragedias familiares como ahora, y no sólo debido a que había menos gente, sino tal vez debido a la pérdida gradual de muchos valores que han dejado de transmitirse de generación en generación. El afán de muchos padres en no permitir muchos de los errores del pasado, los ha convertido en débiles e inseguros. La transición del autoritarismo al permisivismo ha cambiado radicalmente para bien y para mal los términos de las relaciones familiares, de modo que el objetivo primordial de los padres actuales es lograr que sus hijos los amen aunque poco los respeten. Tenga mucho cuidado con esto y vuélvase como la gente de antes. Recuerde un poco como nos educaron, tal vez así logre mejores hombres y mujeres de provecho. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.