Luis Humberto
Lo efímero
“Si pudiésemos darnos cuenta de lo efímera que es nuestra vida quizás pensaríamos dos veces antes de desperdiciar las oportunidades que tenemos de ser y hacer felices a los demás. Nos entristecemos por cosas pequeñas, perdemos minutos y horas preciosas, Perdemos días, a veces años. No podemos adivinar cuánto tiempo estaremos aquí y descuidamos de nosotros y de los demás. Callamos cuando deberíamos hablar. Hablamos demasiado cuando deberíamos estar en silencio. No damos el abrazo que nuestra alma tanto pide porque algo nos impide esa aproximación.
No damos un beso cariñoso porque no estamos acostumbrados a ellos. No decimos cuánto amamos, porque creemos que el otro sabe automáticamente lo que sentimos. Y pasa la noche y llega el día. El sol nace y se adormece. Y continuamos encerrados en nosotros mismos. Reclamamos que no tenemos tiempo suficiente. Pedimos a los demás, a la vida. Nos consumimos. Y el tiempo pasa. Pasa la vida sintiendo que no vivimos. Sobrevivimos, pues no sabemos hacer otra cosa, hasta que, inesperadamente, nos levantamos, miramos hacia atrás, y nos preguntamos: ¿y ahora? Hoy. Ahora. Aún es tiempo de reconstruir, de dar ese abrazo que tanto quisimos, de pronunciar una palabra cariñosa. Nunca se es demasiado viejo o demasiado joven para amar desde el fondo del corazón sin mirar hacia atrás. Lo que pasó, pasó. Lo que se perdió, se perdió. Miraremos hacia adelante. Aún es tiempo de apreciar las flores, enteras están en torno nuestro. Aún es tiempo de vivir la alegría y el amor intensamente. Vive, sé feliz y comparte tu alegría y felicidad”.
La vida fugaz de las manos se nos va. La muerte, nuestra eterna compañera de mudanzas y andanzas, aguarda sigilosa el momento desde el día en que nacemos, de tomarnos de las manos marcando el final de un ciclo y quizá, el inicio de otro. Entonces, por qué carajos amargamos la existencia nuestra arrastrando a los demás, a quienes nos rodean en nuestro círculo familiar y social. Por qué fregados no disfrutamos de la vida dejando disfrutarla a los demás. Aprendamos a vivir, a ser felices con lo que tenemos para hacerlo, es tan corta que bien vale la pena hacerlo. Cuando nos damos cuenta ya se acabó y nos arrepentimos de todo lo que hicimos mal, de todo lo que vejamos a nuestros semejantes, a nuestros hermanos en todos los niveles posibles. ¿Ya para qué? Los remordimientos acuden presurosos a nuestra alma entristecida por el arrepentimiento arrostrado a los demás, siempre cuando ya es tarde. ¿Por qué no ahora? La reflexión anterior, de Virginia Woolf, (1884-1941), escritora y crítica literaria inglesa, nos muestra el camino para tomar consciencia de lo efímera que es nuestra vida y para que pensemos muy bien, antes de ignorar las maravillosas oportunidades que tenemos de ser y hacer a los otros felices. No lo piense dos veces, invierta en su familia, en sus amigos y por qué no, en sus rivales también. No sabemos por cuanto tiempo estaremos disfrutando este paraíso, por lo que se hace necesario no desperdiciar el tiempo en banalidades. Disfrute su tiempo, disfrute su vida. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.