Luis Humberto
La luciérnaga y la serpiente
“Cuenta la leyenda que una vez una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. Esta huía rápido con miedo de la feroz predadora y la serpiente al mismo tiempo no desistía. Huyo un día y ella la seguía, dos días y la seguía. Al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga paró y le dijo a la serpiente: –¿Puedo hacerte tres preguntas? –No acostumbro dar este precedente a nadie pero como te voy a devorar, puedes preguntar, contestó la serpiente. ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?, pregunto la luciérnaga. –No, contestó la serpiente. –¿Yo te hice algún mal? De nuevo preguntó la luciérnaga. –No, volvió a responder la serpiente. –Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo? –Porque no soporto verte bri1lar”
La enseñanza que nos deja esta ya clásica historia anónima es que en muchas ocasiones, incontables personas que trabajan, que luchan y se esfuerzan diariamente en sus funciones, se han visto envueltas en situaciones donde con frecuencia se preguntan: ¿Por qué me pasa esto si yo no he hecho nada malo, ni daño a nadie? Esto es sencillo de responder. Simplemente porque no soportan verlas brillar. Cuando esto le suceda, no deje de brillar, continúe siendo usted mismo, continúe y siga dando lo mejor de sí, siga haciendo lo mejor posible; no permita que le lastimen, no permita que le hieran, siga brillando y no podrán tocarle porque su luz seguirá intacta. Su esencia permanecerá, pase lo que pase. Sea siempre auténtico, aunque su luz moleste a los predadores, gente sin escrúpulos, pero tampoco afecte a nadie en sus pretensiones. Y si esto sucede, trate siempre de concertar sus actos con quienes se sientan afectados; igualmente, quienes se sientan afectados deberían de solicitar de usted una concertación en vez de darle golpes bajos. Cuando usted sea luz para todas las personas que le rodean, predique siempre con el ejemplo de una vida sana, humilde y digna. Busque siempre el bien y obtendrá el bien mismo, y deje que los perros ladren, muchas veces es de hambre porqué lo hacen y siempre sin dar la cara, de manera cobarde, y que bien puede traducirse esto como envidia y ambición. Es gente que le tiene miedo y que ve potencialmente reducidos sus intereses y aspiraciones con sus esfuerzos y éxitos. Aplique entonces el refrán popular que en términos coloquiales reza: “A berridos de marrano, oídos de tablajero”. Y siga siempre adelante, brillando.
Muchas personas se sienten afectadas por los actos y logros de muchas otras, porque ellas solas no pueden hacer nada que verdaderamente valga la pena; a menos que lo intenten con cordura, con honestidad, con humildad y con valor, realizando actos de franqueza, de amor y estableciendo una comunicación cordial, no agresiva, de frente, con quienes considere que le afectan. Sea pasivo pero no inactivo ni agresivo. Dé la cara y no se escude en mezquinos privilegios que les pueden brindar maliciosos poderes que se vuelven desfavorables y de poca valía cuando permiten manifestar agresiones anónimas. Seamos contendientes, no enemigos, porque eso jamás nos reportara beneficio alguno. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.