Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo.- Esta semana celebramos en México nuestra independencia y a pesar de las condiciones en las que estamos debemos agradecer que somos un país libre, lleno de historia y cultura. Con antecedentes fuertes de solidaridad y lucha. Ya se ven por doquier banderas y adornos alusivos a la fecha. Lo malo, es que cada vez se pierde más el sentido de la celebración. Me espanta que nuestros paisanos que se fueron a “Gringolandia” celebran con más ahínco el 5 de mayo, muchas veces enfundados en un desconocimiento pleno de la fecha, pero con más orgullo que nosotros un 16 de septiembre. Y es que por desgracia no estamos cultivando ese amor a la Patria que todos deberíamos sentir. Ese orgullo de sentirnos mexicanos, de reconocernos como nación y como pueblo hermanados.
Los que por algún motivo nos ha tocado vivir en otro país, hemos experimentado lo valioso de todo lo que tenemos. Esa sensación de piel erizada al escuchar nuestro himno nacional o ver nuestra bandera. El reconocimiento a toda nuestra cultura y desarrollo.
Ah pero no! Es mejor vivir en la negatividad y en el señalamiento a todo lo que nos parece mal, pero que, por nada, aportamos un poco para el cambio. En redes sociales me fastidia ver la inundación de noticias negativas, de comentarios burlones y despectivos, de críticas muchas veces sin fundamentos sobre lo que pasa en nuestra tierra. Es muy raro encontrar comentarios de reconocimiento, de valoración. La cantaleta generalizada es siempre, querer hacernos menos en comparación de cualquiera. Y no señores, somos grandísimos. Desde cualquier perspectiva.
Me encantaría ver en las escuelas más ímpetu en enseñar a nuestros niños sobre nuestra historia, sobre nuestros símbolos patrios. Deseo algún día ver a la gente cantar nuestro himno nacional a todo pulmón y no solo en una fecha, sino siempre. Ser respetuoso a todo esto, nos convertirá en una sociedad más fuerte.
Si algo les puedo reconocer a nuestros vecinos del norte es cuanto defienden su país y como demuestran ante el mundo que se sienten dichosos de vivir en él. Y fíjense que allá tampoco son perfectos, también viven sus problemas, también hay corrupción, pobreza, problemas sociales, pero no por eso, dejar de reconocerse.
Me siento hartamente feliz de ser mexicana, doy gracias a Dios de haber nacido en este país, al que trato de aportar con mi trabajo un granito de arena para su transformación. La vida me ha dado la oportunidad de conocer otras latitudes, a las cuales bendigo y admiro, pero definitivamente como México no hay dos. Sé que hay muchas cosas por mejorar, pero entiendo que está en cada uno de nosotros el cambio, no podemos sentarnos a exigirlo todo a nuestros gobernantes. Es un hecho que tienen responsabilidad, pero nosotros también, así que no queda de otra más que seguir estudiando, trabajando, aportando, inculcando en las generaciones la semilla del esfuerzo, del sacrificio y del bien hacer. Estamos en medio de una contingencia mundial, la cual hemos sobrellevado con gran entereza y responsabilidad, hemos demostrado que cuando queremos sí podemos, acatamos y hacemos lo que nos toca. Actuemos igual en todos los ámbitos. Cantemos fuerte ese “mexicanos al grito de guerra” este 15, y todos los días, como ese pueblo guerrero que somos. Pásela bien guardando el protocolo, no se olvide que el coronavirus sigue ahí. Disfrute de un buen pozole o de un rico mole y de gracias, que mire que no todos tienen la suerte de ser mexicanos. ¡Viva México!
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