Por Paola Navarro
La corrupción es un fenómeno humano, se sufre sin importar la riqueza de un país, su ubicación, su cultura, su religión. Si bien se puede dar en diferente medida en cada nación, existe en cada uno de los estados del mundo. En América Latina es un fenómeno que conocemos bien, esta región del globo es, según el Índice de Percepción de Corrupción, una de las más afectadas por este fenómeno y el barómetro de la corrupción de América Latina que realizo Transparencia Internacional del año pasado demuestra que sus habitantes perciben un constante aumento de esta.
El fenómeno de la corrupción es difícil de explicar. No importa la explicación que busquemos darle, siempre existen casos que pueden desmentir el hecho de porque existe en ciertos lugares y en otros no, su amplitud da para que no haya una causalidad clara para su origen y que por lo tanto no haya una medida única para eliminarla. Además de ser difícil de explicar, la corrupción es difícil de medir. En gran medida esto se debe a que en su naturaleza está el que se realice de manera clandestina. Su carácter oculto hace que la percepción de los ciudadanos se vuelva un instrumento útil para darnos una idea de lo que está viviendo la sociedad de un Estado.
Aun así, esta percepción no siempre es un indicativo claro del estado real de una nación. La percepción esta ligada a los acontecimientos del día, al discurso del gobierno, a las experiencias de las personas que no siempre son el reflejo completo de una situación. En el caso de América Latina, la percepción en la mayoría de los países (exceptuando algunos casos como Costa Rica y Uruguay) es de un sistema político bastante corrupto. Las noticias de los últimos diez años parecen respaldar este hecho, de alguna manera validando el Índice de Percepción de Corrupción, pero dentro de todos los sucesos que pasaron durante la década del 2010 hay una esperanza que no refleja, pero para entenderla primero se tiene que explicar.
En la década pasada se destaparon una serie de acontecimientos que permitieron ver el alcance de la corrupción en el subcontinente latino por parte de altos mandatarios políticos y grandes empresarios de diferentes países. Desde la Operación Lava Jato, el descubrimiento de la casa blanca de Peña Nieto, la filtración de los documentos de la firma Mossack Fonseca, los escándalos de Petrobras y Odebrecht, la Causa de los Cuadernos en Argentina y más fueron sucesos que sacudieron a todo el continente gracias a la magnitud de la red internacional y nacional de corrupción que permitieron el mal uso de cientos de millones de dólares.
La realidad es que el panorama en América Latina está cambiando. Muchas de estas operaciones resultaron en la deposición y encarcelamiento de figuras importantes, acontecimientos que en un panorama de sistemas con grandes índices de corrupción significa bastante. Brasil fue un claro ejemplo, la operación de Lava Jato destapo los actos de corrupción relacionados con Petrobras y de aquí salieron detenidos dos presidentes (Michel Temer y Lula da Silva), otra presidente involucrada destituida (Dilma Rousseff) y empresarios como Marcelo Odebrecht.
Esta misma operación también se relaciona con el caso Odebrecht, que si bien empieza por la situación de la constructora en Brasil, se termina desbordando a una gran parte de los países de América Latina, algunos en la lista son México, Argentina, Panamá, Colombia, Venezuela y Perú. El caso de este último país es particularmente extremo, ya que en el escándalo se vieron involucrados cuatro presidentes, Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski. De estos 4, todos fueron detenidos con la excepción del expresidente Alan García que opto por el suicidio antes de que pudiera ser juzgado.
A pesar de lo poco optimista que pueda resultar el encontrar semejante red de corrupción a nivel internacional, todo esto demuestra un triunfo ante uno de los factores que refuerzan en mayor medida a la corrupción, la impunidad. El que haya habido esta cantidad de arrestos, sobre todo de figuras con amplio poder político y económico habla de un nuevo panorama. La lucha contra la corrupción se empieza en el momento en el que la impunidad acaba y empieza a haber consecuencias sin importar quien sea o lo que posea, en mayor medida si se trata de algunos de los personajes más importantes en el panorama nacional. El descubrimiento de estas redes aunque pueda presentarse como la evidencia de lo podrido y dañado que esta el sistema también implica una promesa de mayor estabilidad a futuro, una en donde se sepa que hay represalias para aquellos que violentan el sistema.
Sin embargo, se podría argumentar en contra de esto viendo la situación en tres países en particular, Argentina y México. En Argentina el matrimonio Kirchner se vio envuelto en dos escándalos que valen la pena resaltar, el primero es la implicación del caso Odebrecht en el gobierno del presidente Néstor Kirchner y luego el de su esposa Cristina Fernández de Kirchner y el segundo es la Causa de los Cuadernos en donde el matrimonio Kirchner se ve involucrado nuevamente, esta vez con ellos a la cabeza en lo que en su momento se catalogó como el mayor escándalo de corrupción en Argentina. A pesar de esto Cristina Fernández de Kirchner no ha pisado la cárcel y probablemente no lo hará.
El caso de México se ha implicado en los escándalos tanto de Odebrecht como en los Panamá Papers. Juan Armando Hinojosa no es solo el empresario que le proporciono a la Gaviota la famosa casa blanca, si no su empresa el Grupo Higa también se vio involucrada en la filtración de los documentos de Mossack Fonseca que enseñan que transfirió millones de dólares a paraísos fiscales poco después de que el gobierno de México abriera una investigación en su contra. A pesar de esto ni Peña Nieto, Angélica Rivera o Juan Armando Hinojosa han sido apresados o propiamente investigados por estos hechos. Aparte de esto está el asunto de Odebrecht, que liga tanto al gobierno de Peña Nieto como el de su antecesor, Felipe Calderón.
El caso está en que los países de América Latina al destapar en los últimos años estas grandes redes de corrupción tienen la visibilidad como para empezar a desmantelar ciertas estructuras y el apresar a los actores que permitieron esto. Tienen la oportunidad de combatir la impunidad al tener la evidencia y la presión suficiente como para empezar a crear instituciones más fuertes y deshacerse de diversos actores involucrados en su debilitación constante. Hay varios países que tomaron esta ola como una ventana de oportunidad para fortalecerse internamente, pero hay muchos otros que siguen sin tomar las medidas para empezar un cambio real. El esclarecimiento de todos estos sucesos es la ventana de oportunidad que se necesitaba para empezar a cambiar las formas y este es el momento de empezar.