23 de Noviembre de 2024
 

Opinión / Salud universal / Por Juan Carlos Sánchez Magallán

 

 

Según el Inegi, de los más de 126 millones de habitantes de México, 73.5%, es decir 92 millones 582 mil 812 personas, están afiliadas a servicios de salud. De éstos, 97.7% están afiliados a algún servicio público, mientras que 2.3% restante a seguros o servicios privados. Esto significa que hay alrededor de 33 millones de personas que no tienen acceso a ningún servicio de salud, ya sea público o privado.

Los principales desafíos que enfrenta el sistema de salud mexicano son: la inequidad en el acceso a los servicios de salud que viven las poblaciones más vulnerables y marginadas. La falta de infraestructura y personal médico calificado, que limita la capacidad de respuesta y la calidad de la atención. La alta prevalencia de enfermedades no transmisibles, como la diabetes, el cáncer y las enfermedades cardiovasculares, que representan una carga económica y social para el país. Sigue ausente un modelo de salud que garantice el derecho a la atención de todos los mexicanos mediante un sistema universal, eficiente, inclusivo y sostenible.

Existen ejemplos de éxito y buenas prácticas que pueden servir como referencia e inspiración para mejorar la situación. Por ejemplo, países como Costa Rica y Uruguay han logrado construir sistemas de salud robustos y accesibles mediante un fuerte compromiso político, una inversión en prevención y promoción, y una formación y retención de personal de salud competente.

Los analistas señalan que, en materia de abasto, sigue existiendo retraso y falta de transparencia en las compras de medicamentos e insumos médicos por parte del gobierno federal, provocando escasez, sobreprecios e irregularidades en los contratos. La cadena de suministro debe garantizar el abasto de medicamentos e insumos terapéuticos a través de compras consolidadas, una infraestructura de almacenamiento y distribución y una coordinación con los fabricantes y distribuidores. El impacto negativo de la pandemia de covid-19, provocó la demanda y el consumo de medicamentos e insumos médicos, así como los riesgos de desabasto, desviación y falsificación, todo esto afectó a los pacientes con enfermedades crónicas degenerativas y de alto costo, como diabetes, hipertensión, cáncer, VIH y enfermedades renales, que requieren tratamientos continuos y especializados. La inequidad en el acceso a los servicios de salud y a los medicamentos entre las diferentes regiones y sectores de la población, especialmente los más vulnerables y marginados.

Marcelo Ebrard presentó este lunes su estrategia en esta materia con cinco ejes rectores: Cobertura Universal para todos los mexicanos, Más recursos para combatir enfermedades crónicas mediante nuevas clínicas, Tecnología para una mejor atención, impulsando la telemedicina para llegar a donde no hay atención, Autosuficiencia en medicinas y vacunas para evitar el desabasto, aumentando la producción nacional, con especial énfasis en los medicamentos oncológicos para atender de manera prioritaria a quienes más lo necesitan, como los adultos mayores, infantes, salud mental y reproductiva. Ni un solo niño sin vacunar. Ebrard recordó que AMLO visitó las clínicas del IMSS poniendo en marcha las que estaban en desuso y que seguirá combatiendo el oligopolio de algunos de los distribuidores de medicamentos que imponía sobrecostos de 30% a 40%.

Impulsar una mayor participación ciudadana y social en el monitoreo y denuncia de las irregularidades, regular el control sanitario de los medicamentos e insumos médicos, lograr una colaboración entre el gobierno y la industria farmacéutica usando la capacidad tecnológica del país.

Ebrard ha dado sobradas muestras de sus compromisos y logros en esta materia, lo hizo siendo jefe de Gobierno de la CDMX y también como canciller de la República al traer los más de 200 millones de vacunas que salvaron la vida de la mayoría de los mexicanos.

¿O no, estimado lector?



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