25 de Noviembre de 2024
 

Panoramas de Reflexión

El árbol

 

“Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo amaba mucho y todos los días jugaba alrededor de él. Trepaba al árbol hasta el tope y él le daba sombra. Él amaba al árbol y el árbol amaba al niño. Pasó el tiempo y el pequeño niño creció y él nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol.

            Un día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste: – ¿Vienes a jugar conmigo? pero el muchacho contestó: –Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles. Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos. –Lo siento –dijo el árbol–, pero no tengo dinero. Te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas. De esta manera tú obtendrás el dinero para tus juguetes. El muchacho se sintió muy feliz. Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste. Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó: –¿Vienes a jugar conmigo? –No tengo tiempo para jugar. Debo de trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme? –Lo siento pero no tengo una casa, pero tú puedes cortar mis ramas y construir tu casa. El joven cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca más volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar triste y solitario. Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el árbol estaba encantado. –Vienes a jugar conmigo?, le preguntó el árbol. El hombre contestó: –Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno? El árbol contestó: –Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y ser feliz. El hombre cortó el tronco y construyó su bote. Luego se fue a navegar por un largo tiempo. Finalmente regresó después de muchos años y el árbol le dijo: –Lo siento mucho, pero ya no tengo nada que darte ni siquiera manzanas. El hombre replicó: –No tengo dientes para morder, ni fuerza para escalar. Por ahora ya estoy viejo. Entonces el árbol con lágrimas en sus ojos le dijo, –Realmente no puedo darte nada, la única cosa que me queda son mis raíces muertas. Y el hombre contestó: –Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar para descansar. Estoy tan cansado después de tantos años. –Bueno, las viejas raíces de un árbol, son el mejor lugar para recostarse y descansar. Ven siéntate conmigo y descansa. El hombre se sentó junto al árbol y este feliz y contento sonrió con lágrimas”.

            Esta puede ser la historia de cada uno de nosotros. El árbol son nuestros padres. Cuando somos niños, los amamos y jugamos con papá y mamá. Cuando crecemos los dejamos, sólo regresamos a ellos cuando los necesitamos o estamos en problemas. No importa lo que sea, ellos siempre están allí para darnos todo lo que puedan y hacernos felices. Usted puede pensar que el muchacho es cruel contra el árbol, pero es así como muchas veces nosotros tratamos a nuestros padres. Valoremos a nuestros padres mientras los tengamos a nuestro lado y si ya no están, que la llama de su amor viva por siempre en nuestro corazón y su recuerdo le dé fuerza cuando esté cansado. Bellísima historia anónima que me envió la semana pasada mi querido amigo Santiago Arellano Peregrina. Esta historia, al igual que muchas otras, nos sirve para que pensemos, para que reflexionemos al respecto y consideremos su amor como único y verdadero. No se vale que los ofenda, que los olvide, que los desprecie o niegue. Hace poco les comentaba que por mi puerta he visto pasar innumerables ancianitos pidiendo limosna, y cuando me pongo a platicar con ellos, escucho siempre la misma historia, ¡vaya!, como si se pusieran de acuerdo. Personas abandonadas y olvidadas por sus hijos. Por muchas leyes que se hayan promulgado hoy al respecto, ¿usted cree que un padre, una madre, va a demandar a sus hijos por semejante motivo? No lo creo. Amigo lector. Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

 

Luis Humberto.



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