25 de Noviembre de 2024
 

Panoramas de Reflexión

La humildad y el amor

 

La humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitirle a los demás descubrirlas en nosotros sin hacer alarde. Existen personas tan pobres, pero tan pobres, que lo único que tienen es dinero. Nadie está más vacío, que aquel que está lleno del “yo mismo”, del “yo soy”. Seamos lluvia serena y mansa que llega profundamente a las raíces, en silencio, nutriendo. El verdadero sentido del amor es dar, no recibir.

Conservemos los valores obtenidos de nuestros abuelos, padres y amigos, aquellos que nos han demostrado incondicionalmente ante situaciones sinceras, llenas de amor y cariño, no los defectos que observamos en ellos cuando actúan arrastrados por la fatiga, el desamor y la frustración, pues también son seres humanos que tienen muchos defectos, al igual que nosotros. No olvidemos que la pobreza muchas veces está más cerca del amor, porque el dinero nos distrae con demasiadas cosas banales y superfluas, y nos aleja, porque nos hace desconfiados. Luchemos por encontrar la felicidad haciendo lo que amamos, porque así encontraremos más fácilmente el camino rumbo al éxito. Dios nos puso un ser humano a cargo y ese somos nosotros mismos. Somos obra de Dios y debemos decidir ser felices por obligación y compromiso con Él mismo. Adelante, no esperemos que las cosas nos lleguen o se hagan por obra de Dios, pues ello nos corresponde sólo a nosotros. Compartamos el amor, la felicidad, la alegría por la vida, sacudámonos de nuestros defectos y demos lo mejor de nosotros mismos. La lealtad es amor, gratitud y fidelidad expresada en discreción, unión y respeto a quien se profesa, que debe ser hacia todos nuestros semejantes, que igual nos profesan. Dejemos de ser agresivos, vacíos y ruidosos, pues nos alejarán los demás, confinándonos a una soledad provocada, no buscada, la cual ésta última, es también un alimento para el espíritu. Busquemos siempre los mejores detalles que la vida guarda para nosotros, amemos incondicionalmente a todos nuestros hermanos sin prejuicios, que nos llenan de odio y rencor sin conocer previamente las verdaderas razones de su apariencia y actitud.

En fin, así podría seguir y continuar sin parar hasta sustentar que un corazón maduro, desprovisto de falsedad, hipocresía, orgullo, rencor, ambición y tantos otros defectos que a veces nos envuelven, puede enmendar mejor el camino hacia una vida más cómoda, plena de éxito y felicidad, que un corazón amargado, plagado de vicios que envenenan su alma con rencor y baja autoestima. Sea feliz sin importar las penas por las que atraviese, son obstáculos, enseñanzas de vida para seguir de una mejor manera por la ruta de vida que nos haya tocado vivir. Deshágase de las asperezas, de los defectos, que tenga, son innecesarios en su andar y sólo le recubren a manera de máscaras que no dejan ver realmente la valiosa y bondadosa persona quien es usted. No me diga que no se ha dado cuenta de ello. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

 

Luis Humberto.

 



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