Luis Humberto
La humildad
“Cierto día caminaba con mi padre, cuando él se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó. –Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más? Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí: –Estoy escuchando el ruido de una carreta. –Eso es, dijo mi padre, es una carreta vacía. Pregunté a mi padre: – ¿Cómo sabes que es una carreta vacía si aún no la vemos? Entonces mi padre respondió: –Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace. Me convertí en adulto y hasta hoy, cuando noto a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y haciendo de menos a la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo: –Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace. La humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitirle a los demás descubrirlas. Y recuerden que existen personas tan pobres que lo único que tienen es dinero. Nadie está más vacío, que aquel que está lleno del “Yo mismo”. Seamos lluvia serena y mansa que llega profundamente a las raíces, en silencio, nutriendo”.
En algunas ocasiones le he comentado a mi esposa que casi la mayoría de todos nuestros conocidos padecen del mismo mal. Casi todas las personas con las que convivimos manifiestan que tienen algún amigo importante, o que tienen un carro del año, o que se llevan con tal o cual político o funcionario importante; en fin, la mayoría tiene a menudo algo sobresaliente que platicarnos. Parece un mal generalizado el que todo mundo no pierda la oportunidad, al estar platicando con alguien, de sacar a colación algún tema relacionado con alguna experiencia o relación extraordinaria o magnífica. “Hasta el más chimuelo, masca rieles”, le dije. Es muy cierto que todos, cuando platicamos con alguien, tendemos a exagerar un poco lo que comentamos, tal vez sea nuestra propia naturaleza, pero muchos rayan en lo increíble. A nadie nos gusta perder, y mucho menos contar experiencias desagradables o ridículas que, invariablemente y absolutamente, todos tenemos alguna vez, pero de ello nadie nos da cuenta. Entre menos se sepa mejor. “En esta vida hasta el gato más rabón tiene cola que le pisen”, le volví a decir, ¿A poco no?
La fábula anónima anterior nos enseña y nos incita a que cuando avancemos, cuando trascendamos, cuando hagamos lo nuestro, lo hagamos pero sin aspavientos, sin alharacas, y sobre todo, sin denostar a nadie, por respeto y educación, y porque ello también tiene un efecto en el universo y si con eso se daña a alguien, las cosas se pueden revertir, quizá sin darnos cuenta, pero lo harán. Ser humilde, también hace que las cosas siempre caigan por su propio peso y nunca será necesario decir algo más para que los demás reconozcan en usted sus virtudes. Hágase el favor de ser humilde. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. ¡Que tenga un buen día!