Luis Humberto
¿Lealtad, para qué?
Una de las bellas virtudes que han mantenido la armonía en el trato de los seres humanos es la lealtad. Sin embargo, al ver el comportamiento de los criminales que carecen de todo sentimiento humano posible, los que asesinan sin reparo alguno a sangre fría una y muchas veces, los que no se arrepienten de sus acciones, nos preguntarnos entonces si la lealtad es realmente una virtud.
La criminóloga Laura Vargas, afirma que actualmente los adolescentes empiezan a ser objeto de desecho, como la basura. Están excluidos del sistema social. La única salida que les queda es meterse a la economía delincuencial. Ahí sí pueden tener una oportunidad de ser. Los que los contratan les dicen que tienen que matar lo más cruelmente posible, y mientras más gente maten tendrán más reconocimiento y respeto. Hay una distorsión de la ética. El más valorado es el más matón, el más cruel, que también arriesga su vida y finalmente termina siendo asesinado, y es una víctima. En su psicología la idea es que van a vivir, mientras puedan, porque “quien está dispuesto a morir tiene derecho a pedirlo todo”, Günther Anders había ya analizado lo que sucedió con las bombas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki, y lo que sucedió en los campos de concentración nazis. Los que administraban esos campos, como Auschwitz, simplemente obedecían las órdenes de los de arriba. Al matar a los judíos, hicieron una industria con los huesos, con los cabellos, con los dientes de oro, con todo lo que pudiera ser industrializado. Se llegó al extremo de la tecnificación de la vida humana. Fue la producción de una terrorífica maquinaria puesta al servicio del exterminio masivo. En Auschwitz, dice Anders, comenzó la transformación del hombre en materia prima. Morir en Auschwitz se volvió un acto trivial, burocrático y cotidiano. Lo monstruoso comenzó a ser posible. Y puede repetirse. Porque nosotros nos hemos convertido en criaturas de un mundo tecnificado, donde el criterio fundamental es la productividad, muy por encima de cualquier otro criterio o valor humano. El sistema se ha convertido en fin. En un mundo así, ya no es posible concebir la técnica como un fenómeno individual, sino que hay que concebirla como un todo donde los engranajes de una máquina tienen sentido sólo para el mega sistema total. Y entonces todo se vale, incluso la explotación más inhumana, o peor aún, utilizar a los que están en la miseria para que se conviertan en asesinos. Como en el régimen nazi, los grandes dictadores de Brasil y Argentina se declaraban inocentes de los crímenes que cometieron. Los soldados que ejecutaban a las víctimas sólo obedecían, eran esos engranes de la máquina que exterminaba a los disidentes. En México está sucediendo algo similar: los asesinos a sueldo no tienen conciencia de la gravedad de sus actos. Y cuando se les interroga se sienten como un empleado que cumple con lo que se les ordena, aunque sea asesinar, y tampoco se arrepienten de ello.
Este es el gran problema moral de nuestro tiempo. Los criminales obedecen órdenes dictadas por sus autoridades. Su conciencia es “leal” a ellos, despojándose de toda autonomía moral. Este dominio; y no nuestra naturaleza pecaminosa, es el que amenaza con el surgimiento de un mundo donde los seres no saben lo que hacen, ni pueden imaginar lo que producen. Seres que, por lo tanto, no son capaces de arrepentimiento. Vista desde esta perspectiva, la lealtad merece un serio cuestionamiento. Porque no se trata de obedecer ciegamente, sino de ser leales a aquello que respeta la dignidad de las personas; no la obediencia a los que detentan el poder y tienen intereses individuales, criminales, que están provocando que la lealtad no tenga sentido y ni la vida en sociedad. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.